Conocí a una
mujer que no sabía dar besos.
O acercaba los
labios blandamente,
sin llegar a
separarlos ni a conjugar
propiamente el sutil
verbo “besar”
o besaba a
mordiscos,
con los colmillos
por delante y afilados
como los de una
loba en plena cacería.
Con los poemas me
sucede lo mismo.
O me dejan a
medias, esperando,
o me hacen
sangre.
Asi es jajaha. Buenísimo. Abrazo Santiago.
ResponderEliminar