Lección de amor

Conocí a una mujer que no sabía dar besos.
O acercaba los labios blandamente,
sin llegar a separarlos ni a conjugar
propiamente el sutil verbo “besar”
o besaba a mordiscos,
con los colmillos por delante  y afilados
como los de una loba en plena cacería.

Con los poemas me sucede lo mismo.
O me dejan a medias, esperando,
o me hacen sangre.

©Santiago Pérez Merlo



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