No paras de mover
la cucharilla,
ausente,
finges que me
escuchas,
que te interesa lo
que estoy diciendo
y asientes
levemente
o murmuras un sí
de vez en cuando.
Pero se que es
mentira. Sé
bien que estás muy
lejos
no sé con quién,
ni dónde,
pero lejos,
donde mis
palabras
apenas te
alcanzan.
Te lo digo y estás
a punto de
enfadarte,
de atacar, como
siempre
(es la mejor
defensa),
e intentas
repetir
alguna de mis
frases.
Mientras, sigues
moviendo
sólo tú sabes qué
en la copa de
vino.
Un nuevo poema, también bonito, también melanolico. Aplausos, aplausos...
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