Es algo, si se
quiere, similar a la fe.
Saber que estás
ahí,
aunque no pueda
verte.
Perseguir como
cada noche
a tientas
la estela de tu
luz, primero
en la galería
acristalada,
cuando te vas
acercando
por la calle
solitaria y después,
mientras el perro
y yo
sorteamos a
oscuras
las flores del descampado.
Pero hoy no te
encuentro.
Giro, subo, bajo
la vista y la
paseo
instintivamente
donde otrora
te veía
estática, tranquila,
alumbrando el
camino
de nuestro breve
paseo
con tu espera
paciente. Aún
falta mucho
para tener que
irte, quédate
un rato más con
nosotros.
No hables, no me
digas
“escríbeme algo”,
no te muevas,
no dejes que te
pierda
de vista.
Pero no, hoy no
estás. Hay
luna nueva.
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