No te lo tomes
como algo personal.
No va (sólo)
contigo. Odio
exactamente por
igual
a todas las
mujeres.
No a la manera
furibunda
del imán que preconiza
malos tratos
ni a la del sacerdote
recalcitrante
porque no soy un
tipo iracundo,
pero sí con el
odio concentrado
de los cantores
de tangos
de la guardia
vieja que tiraban de facón
por el menor
desplante.
Quizá no sea odio
la palabra,
tal vez sea mejor
ignorancia,
rencor, idiocia,
miedo…
El caso es que no
quiero
saber nada de
vosotras.
Dejadme en paz,
apartad
de mí el cáliz putrefacto
del deseo, la
lujuria y cuantos males
lleváis
aparejados desde antiguo.
Dejad que mi odio
alimente
la existencia
triste, insalubre,
que llevo desde
que tú
y otras de tu
especie decidisteis
que no fuera
posible vivir
sin amaros.
Pero Santiago!!! Muy bueno,pero un poco amargo. ¿No?...
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