Es un contrasentido el afán del silencio
en la poesía.
Se nos llenan los versos de estatuas,
de muertos, de presencias mudas
y de paisajes yermos donde no se oiga
ni soplar el viento.
Como mucho las olas, el rumor
de las hojas, dunas que se desplacen
susurrantes...
Y ahogamos el sonido. Despreciamos
las voces, los cláxones, los gritos
de los niños.
Los perros, que no ladren. Los gatos,
como si fueran de mármol
o de porcelana.
Algún pájaro, consienten.
Pero el poema es VOZ,
Es MÚSICA, es PALABRA...
sonidos.
Y a veces, por qué no, el poema
tiene que dejar sordo,
te tiene que gritar en el oído
y sacudirte.
A veces,
tanto silencio
es ruido.
©Santiago Pérez Merlo
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