No lo digo por mí. Es para
ella. Explíquenle
a mi madre
que donde ella lee desasosiego
debe leer “actividad mental";
que donde pone hastío
es el placer de aburrirme
a lo que me refiero;
que donde digo soledad
-carencia voluntaria de compañía-
invoco a la libertad
en las más cierta de sus acepciones.
Explíquenle, además, que la tristeza
es sólo una figura literaria
y la melancolía se asemeja
mucho más a la prosopopeya
que a un estado de ánimo real.
Díganle que los suicidios,
las esperanzas tristes disfrazadas de
puta
y los hijos de esas putas, el
envejecimiento
prematuro, los fantasmas
de los sueños y de las pesadillas
tan sólo son ardides,
prestidigitaciones.
Señálenle que no hay
oscuridad sin luz
ni identificaríamos las aflicciones
si no tuviéramos las alegrías…
Por favor. Explíquenselo todo.
No lo digo por mí. Es para
ella. Es duro muchas veces
ser madre de un poeta.
©Santiago Pérez Merlo