Mar abierto


Yo nunca tuve vocación de lastre
porque me dan el mismo miedo
las alturas y las profundidades.
Tampoco he nacido para ser
el ancla del barco que no tienes
ni la argolla que controla
el vuelo de las aves.
Las cadenas con llaves y candados
que la gente lleva al cuello
o que atan a las barandas
de un puente parisino
me dan alergia como las alianzas…

Entiéndeme,
ninguna de estas cosas significa
que no pueda planear
-o soñar, fantasear, elucubrar-
una vejez contigo
en la casita del árbol
o en algún lugar perdido
de la costa de Dalmacia.
No me da miedo el compromiso
cuando tiene sentido
y no depende
de un crédito hipotecario
o del informe de urgencias
de la vida.
Pero sin cargas,
sin redes de arrastre
ni escolleras:
prefiero ver el mar,
aunque sea desde la orilla,
que chapotear de prestado
en tu bañera.

©Santiago Pérez Merlo

2 comentarios:

  1. Sublime y realmente emotivo.
    Un abrazo Santiago.
    Transmites como nadie.

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  2. La libertad del mar..no la tiene ninguna bañera..Muy bello el símil. .

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