Llamar a esa mujer por la mañana a una
hora
ni intempestiva ni demasiado tarde,
escuchar su voz aún ronca por el sueño
y con el tono exacto de ronroneo agradecido.
Imaginarla mimosa y arrebujada entre las mantas,
quizá desnuda o tal vez sólo
con las breves braguitas que conoces.
Casi percibir por el auricular el calor
que desprende su cuerpo acurrucado y
querer
estirar la mano y jugar con su pelo aún enredado.
Sentir que sus palabras cotidianas,
su “buenos días, qué tal has dormido,
qué haces levantado tan temprano”
podría estártelas diciendo en el oído
de verdad y no a través de las ondas
hertzianas…
Arder, en resumen, de deseo, tan de buena
mañana.
Y desear fervientemente que hoy tampoco
descuelgue su marido.
Fantástico. Santiago. Como siempre.
ResponderEliminarEnhorabuena por ese toque de ingenio, humor y ternura, todo mezclado,con que tiñes todo lo que escribes. Comparto.
Nuevamente un final q sorprende y te hace cómplice...hay mucha ternura en la descripción de esa escena tan bien descrita. Muy bueno!!!
ResponderEliminarMe ha dustado mucho. Sigue, sigue, no pares....
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