Hay un rumor de noche en esta noche,
como un murmullo sordo de música callada.
Y hay un tacto de noche en el aire
de esta noche,
como caricia oscura de unas manos oscuras.
Hay incluso un olor
a noche en esta noche,
como un perfume abisal, azul marino.
Tiene gusto de noche también esta noche,
como un licor amargo de café sin azúcar.
Pero no veo la noche,
quizá porque es de noche y es todo
tan oscuro.
Quizá porque ha llegado
el día en que por fin
todo sea noche.
©Santiago Pérez Merlo
Viejos
Está sentado
(o sentada, tanto da)
frente a la ventana,
en la residencia
-feo eufemismo
para no decir “asilo”-.
Pero no mira hacia fuera.
No está fuera la vida que pasa.
Él (o ella, tanto da)
mira hacia dentro,
la mirada en realidad perdida,
porque allí, en el fondo
y en forma de recuerdo,
está la vida
que lo mantiene
vivo
(o viva, tanto da).
©Santiago Pérez Merlo
(o sentada, tanto da)
frente a la ventana,
en la residencia
-feo eufemismo
para no decir “asilo”-.
Pero no mira hacia fuera.
Imagen de la película "La última estación" |
Él (o ella, tanto da)
mira hacia dentro,
la mirada en realidad perdida,
porque allí, en el fondo
y en forma de recuerdo,
está la vida
que lo mantiene
vivo
(o viva, tanto da).
©Santiago Pérez Merlo
Lo cotidiano
“Emociones fuertes, buscadlas en otra canción…” (Joaquín Sabina)
Batallo y lucho y me debato
entre quererte más y no quererte
nada.
Batallo y lucho y me debato
entre quererte más y no quererte
nada.
Y pienso como un héroe de tragedia griega
o un adolescente
de cliché en quererte
más
cuando no me quieras
y en huir de ti
cuando me busques.
Y luego pienso que ni tengo edad
de adolescencias tardías
ni ganas de tragedias.
Que como cada hijo de vecino
voy a quererte más
cuando me quieras
y a enfadarme y a ofenderme
y a tener ganas de salir huyendo
de tu casa y de ti
cuando te enfades y te ofendas
y tengas ganas de salir huyendo
de mi casa y de mí…
Lo se. Suena tedioso
y aburrido,
demasiado cotidiano,
escaso de aventuras, de pasiones
salvajes, de gritos
encolerizados
y de tórridos
reencuentros.
Parece anticipar monotonías
de tardes de domingo,
de sofás confortables
por el poco riesgo.
Emociones fuertes,
buscadlas
en otro poema.
Preferiblemente alguno
o un adolescente
de cliché en quererte
más
cuando no me quieras
y en huir de ti
cuando me busques.
Y luego pienso que ni tengo edad
de adolescencias tardías
ni ganas de tragedias.
Que como cada hijo de vecino
voy a quererte más
cuando me quieras
y a enfadarme y a ofenderme
y a tener ganas de salir huyendo
de tu casa y de ti
cuando te enfades y te ofendas
y tengas ganas de salir huyendo
de mi casa y de mí…
Lo se. Suena tedioso
y aburrido,
demasiado cotidiano,
escaso de aventuras, de pasiones
salvajes, de gritos
encolerizados
y de tórridos
reencuentros.
Parece anticipar monotonías
de tardes de domingo,
de sofás confortables
por el poco riesgo.
Emociones fuertes,
buscadlas
en otro poema.
Preferiblemente alguno
que no sea mío.
©Santiago Pérez Merlo
©Santiago Pérez Merlo
Crítica
Un amigo poeta me ha dicho
-creo que como insulto-
que yo era cotidiano.
Que en mis poemas no hay
palabras que no se entiendan
y que a veces, incluso,
copio del diccionario.
Dice que algunos de ellos,
los menos amorosos,
provocan acidez por lo sencillo
porque está la dulzura en el reverso
inalcanzable (o algo así)
de unas pocas palabras.
Dice que no está mal hablar del barrio,
incluidas las putas si se llaman
Calíope, Terpsícore, Talía,
Melpómene, Polimnia o Clío,
Euterpe, Urania, Erato...
Dice que el lenguaje común
ha pasado de moda "otra vez"
(esto no lo he entendido)
en la poesía y vuelve
cierto culteranismo.
Dice que él, sin ir más lejos,
si un poema lo entiende a la primera,
lo desprecia automáticamente,
que prefiere los puzzles
o tener que consultar varios glosarios
(en su más pura acepción,
todo sea dicho).
Al final, no me ha quedado claro
(y eso que lo ha dicho varias veces)
si es aspirante a crítico feroz
o a Poeta mayúsculo y premiado...
Eso sí, además del rapapolvo,
me ha tocado a mí
pagar mis cañas
y sus gintonics. Con cardamomo.
©Santiago Pérez Merlo
-creo que como insulto-
que yo era cotidiano.
Que en mis poemas no hay
palabras que no se entiendan
y que a veces, incluso,
copio del diccionario.
Dice que algunos de ellos,
los menos amorosos,
provocan acidez por lo sencillo
porque está la dulzura en el reverso
inalcanzable (o algo así)
de unas pocas palabras.
Dice que no está mal hablar del barrio,
incluidas las putas si se llaman
Calíope, Terpsícore, Talía,
Melpómene, Polimnia o Clío,
Euterpe, Urania, Erato...
Dice que el lenguaje común
ha pasado de moda "otra vez"
(esto no lo he entendido)
en la poesía y vuelve
cierto culteranismo.
Dice que él, sin ir más lejos,
si un poema lo entiende a la primera,
lo desprecia automáticamente,
que prefiere los puzzles
o tener que consultar varios glosarios
(en su más pura acepción,
todo sea dicho).
Al final, no me ha quedado claro
(y eso que lo ha dicho varias veces)
si es aspirante a crítico feroz
o a Poeta mayúsculo y premiado...
Eso sí, además del rapapolvo,
me ha tocado a mí
pagar mis cañas
y sus gintonics. Con cardamomo.
©Santiago Pérez Merlo
Prórroga
Necesito que todos los días
sea el cambio de hora
al horario de invierno
y que todos los años
sean años bisiestos.
Necesito al menos una hora al día
y un día de más al año
para pensar las cosas
que me quedan pendientes:
la contabilidad, la compra,
la cena de mi hija
y adecentar la casa,
las citas del dentista,
los partidos de fútbol
y llamar a mi madre...
Todas las cosas
que no son
tú.
©Santiago Pérez Merlo
sea el cambio de hora
al horario de invierno
y que todos los años
sean años bisiestos.
Necesito al menos una hora al día
y un día de más al año
para pensar las cosas
que me quedan pendientes:
la contabilidad, la compra,
la cena de mi hija
y adecentar la casa,
las citas del dentista,
los partidos de fútbol
y llamar a mi madre...
Todas las cosas
que no son
tú.
©Santiago Pérez Merlo
La vida que yo veo
(Paráfrasis o Epigrama de Bernardo Atxaga)
La vida que yo veo
anhela los estrechos confines:
El balcón, tú en la cama, y nada más.
el de los Fríos Invernales,
deplora su materia;
que hubiera preferido ser
sólo Calma, Intimidad y Gatos.
Veo que el Sol
sueña con la poca luz
y que la Noche
añora los tiempos primordiales,
cuando era nuestra noche.
Miro también a mi corazón
y descubro que sus deseos
se resumen, desgraciadamente,
en dos palabras:
la palabra Aquí,
la palabra Ahora.
Alien
Me miro en el espejo y veo,
como tantos otros
hombres y mujeres
que se miran de buena mañana,
no al hombre que soy
ni al niño o al joven que fui
si no a lo que de todos ellos
queda dentro.
Como aquella Diana,
mito erótico, lagarta,
de la
primera adolescencia
que arrancaba jirones de su piel
para mostrarse como era
en un ritual de desnudez
pavoroso y adorable.
que se superponen
pero es el mismo pelo
antes más rubio y menos
salpicado
–ya casi humedecido-
de canas
y es el mismo rostro
con arrugas nuevas,
con algo más de barba
que a los quince años
y los mismos ojos
quizá menos miopes
pero igual de ciegos
para algunas cosas…
Es el alien
-por seguir con la ciencia-ficción-,
que nos habita y acompaña
desde dentro esperando morder
a su Sigourney Weaver.
Es eso que algunos llaman alma
y yo prefiero concebir mascota
caprichosa,
a veces fiera,
inagotable y fiel
desde el día de nacer
hasta la tumba.
Ahí está. Lo veo
en el espejo y
me saluda.
Aún tengo que ponerle un nombre.
©Santiago Pérez Merlo
Aitana, come
¿Recuerdas la canción,
la cantinela que era casi
el pan nuestro
de todas las comidas?
“Aitana, come; Aitana,
más deprisa; Aitana,
la cuchara; Aitana,
el tenedor; Aitana,
que se enfría…”
Ahora que has crecido,
que no se te derriten los helados
y que pelas las gambas
como el mejor “sushi man”,
que algunos días incluso
me miras aburrida
desde tu plato limpio
mientras yo sigo masticando…
Ahora, te decía,
es el mejor momento
para que recuerdes
el final de la vieja canción:
“no hace falta que comas
deprisa, sino seguido”.
No olvides la lección
y aplícasela a todo
lo que hagas en la vida.
Sin atragantarte, sin comértelo
todo a cucharadas grandes
y nerviosas…
Despacio y a tu ritmo,
que tienes mucho tiempo.
Pero sin parar, sin entretenerte
con migajas ni enredarte
limpiando de las comisuras
los restos de lo que no valga la pena.
Un trago de agua fresca
y a por el siguiente
pedazo de lo que la vida
te ponga por delante
hasta dejarla limpia,
Aitana, feliz y satisfecha.
©Santiago Pérez Merlo
la cantinela que era casi
el pan nuestro
de todas las comidas?
“Aitana, come; Aitana,
más deprisa; Aitana,
la cuchara; Aitana,
el tenedor; Aitana,
que se enfría…”
Ahora que has crecido,
que no se te derriten los helados
y que pelas las gambas
como el mejor “sushi man”,
que algunos días incluso
me miras aburrida
desde tu plato limpio
mientras yo sigo masticando…
Ahora, te decía,
es el mejor momento
para que recuerdes
el final de la vieja canción:
“no hace falta que comas
deprisa, sino seguido”.
No olvides la lección
y aplícasela a todo
lo que hagas en la vida.
Sin atragantarte, sin comértelo
todo a cucharadas grandes
y nerviosas…
Despacio y a tu ritmo,
que tienes mucho tiempo.
Pero sin parar, sin entretenerte
con migajas ni enredarte
limpiando de las comisuras
los restos de lo que no valga la pena.
Un trago de agua fresca
y a por el siguiente
pedazo de lo que la vida
te ponga por delante
hasta dejarla limpia,
Aitana, feliz y satisfecha.
©Santiago Pérez Merlo
De vicios y mitomanías
La melena rizada no me quedaba bien
y el
tupé era edificado a base de paciencia y laca,
por lo que mi cadáver jamás hubiera sido
tan bonito como el de Morrison o Dean…
Y además me hice mayor para morir joven.
También quise convertirme en borrachín
legendario como Hemingway o Humphrey
pero vomitaba con el primer whisky,
me causaban espantosas resacas los
daiquiris
y sólo me provoqué cirrosis en el alma.
Por suerte, mi aversión a las agujas,
me libró de buscar la inspiración
en los opiáceos y sus derivados
inyectables…
Y hablando de inspiración, tampoco inhalé
nunca
nada que no fueran vapores de eucalipto.
Cuando quise convertirme en mujeriego
para tener al menos argumentos
procaces como Miller, Casanova o Sade,
descubrí, antes de tiempo,
una eyaculación precoz que desaconsejaba
alardear de conquistas o de amantes.
Me ha quedado, eso sí, el gusto por el
café,
los cigarrillos y la melancolía
fingida de las tardes de otoño…
Aún podría ser algo así como un poeta
romántico, pueril y trasnochado que ve
pasar la vida
tras cristales de gafas empañados de
nostalgia…
casi mejor renunciamos al mito
que bastante tiene uno
con la carga de ser hombre.
©Santiago Pérez Merlo
Crisis
Empeño mis palabras y mis versos
a cambio de tener opciones
preferentes
sobre actos de amor de interés
variable
y a corto-medio plazo porque no
tengo edad
ni me renta el ahorro de mi
tiempo
como para creer, a estas alturas,
que algo pueda ser a plazo fijo.
No tengo liquidez ni quien avale
las promesas que hago de volver
mañana
para reivindicar mis baratijas.
Pero sigo viniendo y dejando en empeño
hasta mi empeño para ver si un día puedo,
aunque sea por piedad,
recuperar los besos en tu monte de Venus.
Mitos
Imagínense a Sísifo
no empujando su piedra cuesta
arriba
en su laberinto.
Arrastrando la pesadísima carga
y dando vueltas
sin llegar a ningún sitio…
Así, algunos poetas
modernos.
Amenaza
Te lo advierto: no voy a estar así
toda la vida.
Esperando a que decidas
si vienes o no a verme,
si me quieres o no ni qué demonios
significo en tu vida.
Te lo advierto: no soporto
ni los miedos ni más indecisiones.
Te lo advierto: estoy muy loco...
Cualquier día me harto. O huyo.
O me enamoro.
©Santiago Pérez Merlo
toda la vida.
Esperando a que decidas
si vienes o no a verme,
si me quieres o no ni qué demonios
significo en tu vida.
Te lo advierto: no soporto
ni los miedos ni más indecisiones.
Te lo advierto: estoy muy loco...
Cualquier día me harto. O huyo.
O me enamoro.
O voy yo a verte.
©Santiago Pérez Merlo
Hace frío
Se enfriaron las noches y quizá
ya era tiempo
de que se terminara
este calor de verano
postergado.
Los cielos siguen limpios, eso sí, y se
ve
buen número de estrellas para estar en
Madrid.
Pero hace frío fuera
y no apetece
contemplar firmamentos.
O igual no es para tanto
y soy yo
quien siente más el frío y no quisiera
caer en la vulgaridad (por repetida)
de comparar una vez más
sentimientos y meteorología.
Y menos si hace frío y dudar
si el frío es dentro o fuera.
Y el manido corazón helado
y los tuétanos y los calores
de tu amor perdidos
en otras noches cálidas
que se marcharon y me dejaron
frío…
No, nada de todo eso.
Digamos que hace frío.
Sin más.
Y que hay estrellas.
Y que hay estrellas.
©Santiago Pérez Merlo
Filosofía para Aitana
¿Qué es filosofía?
Preguntas porque esperas
saber: definición primera.
Y no olvides
la serenidad para afrontar
las vicisitudes de la vida:
Preguntas porque esperas
saber: definición primera.
Dios, el Ser, la Nada, el Alma,
la Revolución Social,
el pensamiento libre
y el principio (¿cuándo?)
de las cosas.
Lo inmarcesible
de algunas ideas
(o de algunas flores).
La duda por sistema,
las grandes o pequeñas
cuestiones
con o sin respuesta.
La Caverna, el Mito, el Hombre
y el Súperhombre
y las Estructuras…
Y lo pequeña que eres
bajo las estrellas. Y lo enorme.
La lógica de lo ilógico
y viceversa.
la Revolución Social,
el pensamiento libre
y el principio (¿cuándo?)
de las cosas.
Lo inmarcesible
de algunas ideas
(o de algunas flores).
La duda por sistema,
las grandes o pequeñas
cuestiones
con o sin respuesta.
La Caverna, el Mito, el Hombre
y el Súperhombre
y las Estructuras…
Y lo pequeña que eres
bajo las estrellas. Y lo enorme.
La lógica de lo ilógico
y viceversa.
Y no olvides
la serenidad para afrontar
las vicisitudes de la vida:
definición segunda.
©Santiago Pérez Merlo
Natalia
Natalia es juez
pero estoy en sus manos.
Natalia es catalana,
de Barcelona –creo-,
aunque este dato
no sea relevante.
Tiene los ojos grandes,
muy azules
y mira tan de cerca
que da miedo.
Su cabellera negra
me roza sin querer
y tiemblo.
Tiene las manos grandes.
Menos mal que usa guantes.
Se inclina sobre mí
y dice cosas dulces
aunque yo no la oigo
pendiente como estoy
de cada gesto.
Ya viene. Ya se acerca.
Casi está sobre mí,
siento su aliento
y no se si me gusta
o vuelve el miedo…
Es la última vez,
lo prometo,
que tengo fantasías
eróticas
con mi dentista.
con mi dentista.
©Santiago Pérez Merlo
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