Se ha cantado hasta la saciedad
a la fugacidad del tiempo y a lo
inexorable
de su transcurrir;
a la velocidad con que nos acercamos a la
muerte,
a lo efímero de la juventud
y a las horas que vuelan
cual pájaros de mal agüero hacia el
averno.
Han malgastado pensadores y poetas
miles de esas mismas horas que anhelaban
retener
en tratar de encauzar
las vidas
que son los ríos
que
van al mar que es el morir.
Guerreros, reyes y conquistadores
buscaron la fuente
de la eterna juventud
(o lo que es lo mismo:
de la vida eterna)
y
hechiceros, imanes y sacerdotes
se empeñan en vendernos una vida mejor
después de esta,
que, por otra parte,
se acaba en un suspiro...
Está claro que no te conocieron.
Ninguno tuvo que ver
con qué desesperante lentitud
pasan los días, las horas
que aún faltan para verte.
©Santiago Pérez Merlo
Uffffff magnificooooooo
ResponderEliminarBravo Santiago. Compartpño