Desdeño con igual convicción
y prefiero apuntarme como mucho
a la guerrilla urbana de mi barrio.
La mili
sólo me gustó
cuando fue diminutivo de Milagros
y Milagros, una chica con los ojos azules,
no un espectáculo de magia.
Puestos a militar,
si me viera obligado
a hacerlo en algún bando,
sólo me hinchan el pecho
las siglas de tu nombre
y, como movimiento,
la calma de tu abrazo.
Y me apunto, eso sí,
a hacer todas las guardias
en la garita secreta de tu cuerpo,
donde no se vean estrellas
ni luceros;
de bandera tu sábana y de himno
tú respirando dormida,
después de la batalla.
©Santiago Pérez Merlo
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