Póker


Nunca me gustaron los tríos
ni en el póker ni fuera del tapete.
Poca jugada para cualquier partida
y lo bastante golosa 
como para jugarte las pestañas.

Debe ser por el recuerdo de la vez
que, llevándolo de mano 
en una baza sin descarte, 
a punto estuve de perder 
más de lo que debí jugarme.

O eso o que soy jugador conservador
y poco dado, además, a los faroles…

Hasta un póker de damas 
puede acabar como una escabechina,
contigo rodando sin control
por la escalera sin colores de la vida.

©Santiago Pérez Merlo

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